Destacadas

“La vida es la misión de la Iglesia” Cardenal Terrazas

Al Contemplar este espacio en que estamos nosotros, me vienen a la memoria los muchos momentos, las muchas navidades que hemos celebrado aquí tratando de que esta Iglesia de Santa Cruz, no sea una Iglesia que camine en las nubes sino que se encarne, que sea encarnada, que reconozca la grandeza de ese Dios que se hace pequeño para salvarnos y que nos empuja a poner al servicio de Dios y de los hermanos nuestros talentos, nuestras luces y nuestras sombras.

En la última navidad recuerdo haber hecho un elogio grande del burrito que estaba en el pesebre, ¿se acuerdan? ese burrito hoy les va a hablar, para recordarnos que nuestro compromiso es un compromiso que tenemos que tomarlo en serio tal como nos dice el Señor en el evangelio, que acá vamos a escuchar en esa lectura de amor, es el Señor de la misericordia, es el Señor de la comprensión, es el Señor de la Vida, es ese Dios que no engaña a nadie con medias verdades, con utopías inalcanzables, es ese Dios que dice: El Reino de mi padre está aquí, hay que abrirle espacio, hay que anunciar, hay que decirlo en todos los rincones del mundo, que no es el reinado del mal, del pecado, de la corrupción. El reino que se inicia con El, es el reino de un
Dios que dejó de aparecer como un Dios poderoso y se hizo humilde y sencillo al estar a nuestro alcance, esto ha costado bastante.

El Señor nos dice con claridad, vayan anuncien todo esto, pero sepan que no todos los van a entender, que no todos van a captar lo que ustedes están diciendo, los van a perseguir, los va a tratar, los van a insultar, van a sembrar dudas sobre sus vidas, van a utilizar el nombre de
Dios para justificar cualquier mal que se hace al prójimo. Ustedes, dice el Señor, soporten todo eso por causa de mi nombre, todo lo pueden sufrir siempre que sea por causa del nombre del Salvador auténtico del liberador autentico que sigue después de 20 siglos pregonando que no hay otro camino recto en el mundo sino aquel que nos conduce a nuestro Dios.

Los caminos del Señor son rectos como acaban de escuchar, esos caminos tenemos que buscar. Todo lo que hagamos fuera de este caminar juntos como hermanos, es un camino a la destrucción, es un camino al aniquilarse los unos a los otros. Los caminos del Señor son rectos, aquí no hay excusas y ese quizás debe ser uno de los problemas más grandes de quienes tienen que hablar en nombre de nuestro Dios. No hay excusas.

Cuando se descubre corrupción, esta corrupción que está aquí, no se la puede aminorar diciendo que en el vaticano también hay corrupción, esa manera simplona de responder a las inquietudes de nuestro pueblo no puede ser aplaudida por nadie, aunque venga de quien ha venido todo eso.

Tenemos que ser capaces de ponernos en el camino recto, no en los caminitos que se van construyendo para atemorizar, para crear desconfianza, para implantar una justicia que no es la justicia de Dios, para burlarnos de las ansias y de la esperanza de nuestro pueblo.

Mis queridos hermanos, yo les  agradezco por que se han dado este tiempito para decirle al Cardenal, viva lo que Dios le pide, no más, pero a veces son muy exagerados, me dicen: ¡Viva 100 años más! Les pregunto: ¿Quién va a aguantar 100 años más?, ojalá más bien se acortara todo esto para no ver las cosas que nos tocan ver y  que nos ponen en situación de búsqueda constante para decirle a nuestro Dios que estamos en el camino que El nos ha señalado.

Gracias pues por estar conmigo y que este encuentro con el pueblo de Dios en sus diversos sectores sea también como un inicio de nuestra 15ª Asamblea de Agentes Pastorales.

Me han gustado las preguntas, pero no sé si me voy a acordar de las 4, porque yo creo que ya es hora de que comience a olvidarme de algo.

Han señalado ¿Qué hacemos en esto que parece un cambio extraordinario…? ¿Qué nos toca a nosotros? Es volver a anunciar a Cristo, El es el único que puede decirnos cuál es el camino hacia el reino de Dios y no hacia reinos que se multiplican y se crean a capricho de uno. Pero es un proceso, o así lo llaman, al menos cuando uno escucha la radio o la televisión o algunos discursos que se repiten. Cada vez son los mismos términos, dicen que estamos en un proceso de cambio ¿Será verdad? ¿Qué cambio? ¿Qué transformación? ¿Qué se está palpando y sintiendo?

Cosas buenas, luces, evidentemente que las hay, no se las puede negar, pero también hay muchas sombras, sombras que, como dice el Señor, a veces son aprovechadas por algunos para hacer las obras de la iniquidad, del oscurantismo que vuelve a meterse en la utilización de los medios del pueblo, que se mete también con palabras que distorsionan toda la verdad que el Señor nos ha traído.

Hay que saber comprender los procesos, los procesos de “transformación”,  para no usar la palabra “cambio”, porque ya nadie usa esa palabra cambio, ni los comerciantes siquiera devuelven el cambio, ya no devuelven más. ¿Qué transformación queremos? ¿Qué transformación anhelamos? Pues que el reino de Dios entre en nuestras vidas, un Dios que es la verdad, un Dios que es la vida, un Dios que es el camino ¡Eso es lo que queremos! Cuando entramos en esa corriente de Dios, se va quedando a un lado el hombre viejo que hay en nosotros, se va aniquilando al hombre viejo de esa expresión del pecado y la maldad… y comienza a introducirse en nuestras propias vidas, la vida del resucitado, la nueva vida, el hombre nuevo, la ciudad nueva, por allá van los verdaderos procesos de cambio.

Los fieles, nosotros los creyentes, no podemos tragarnos todo lo que se dice de manera autoritaria pero tenemos sí que aportar con lo nuestro, palabras sencillas, palabras de vida, palabras de Dios que habla a cada uno, que le habla al hombre y a la mujer de hoy, no con sofismas aprendidos de memoria o que son fruto de la violencia y del odio que se ha metido en algunos. Esa palabra del Señor  es la que transforma, la que libera, es la que da un cambio total en la vida, como lo ha dicho el profeta Amós: “Dejen ya de hablar de sus Dioses, de sus ídolos, hablen de lo lindo que hace el Señor, que hace la naturaleza y que hace dar frutos a las plantas, que levantan al que está caído, que perdona, que ama y conquista constantemente a quienes desean ponerse tras sus huellas, ese es el Dios verdadero.

Yo creo que mayores detalles no les puedo dar, pero a mis hermanos bautizados y bautizadas que tiene inquietudes les digo que hay que seguir teniendo el oído de discípulo que escucha la palabra del Maestro, el que tiene inteligencia de discípulo es capaz de decir solo y aquello que el maestro le enseña, no se desvía con palabras inútiles, con palabras muy floridas o con palabras muy llenas de veneno. Esta palabra del Señor es la que nos dice: “comprendan mi Reino de vida”, entonces la vida para nosotros es lo esencial, nosotros vivimos por que el Dios de la vida nos puso aquí, nosotros nos sentimos salvados porque el Dios de la vida pensó en cada uno de nosotros, nosotros deseamos que esta vida de Dios llegue a todos, que no se estanque y que no sea lo mismo de antes. Los signos de vida tenemos que cultivarlos nosotros, pero la vida en profundidad, hoy esto parece más difícil, porque se está poniendo ya casi como una ley que aquel que no piensa como el que manda, tiene que ser eliminado y nosotros no vamos por ahí, aunque nos cueste, aunque que no nos entiendan, ¡Nadie puede disponer de la vida del otro! y menos hacer que otros dispongan de ella. No se puede bendecir lo que es injusto, lo que es mortal, lo que es veneno público.

La vida es la misión de la Iglesia, de todos los bautizados, comenzando por los hermanos y hermanas que han recibido el bautismo, la confirmación, los que son ordenados para ser un ministerio en la Iglesia, los que tienen alguna responsabilidad como los obispos o el Papa. La vida en un mundo de muerte, en un mundo donde se mata con tanta facilidad, en un mundo donde los atropellos a la dignidad humana están a la orden del  día, 20, 30, 40 degollados en México, 200 muertos por una explosión en Siria… pero no podemos mirarlo solamente de afuera, aquí entre nosotros en nuestro departamento, cuanta muerte, cuanta muerte por accidente, también cuanta muerte buscada por el afán de tener un poco más de dinero o por el afán de hacerse la justicia por mano propia.

Aquí no puede haber ninguna duda mis hermanos, nosotros los creyentes no somos fieles si solamente nos dedicamos a que nos respeten nuestras estructuras físicas, a que no toquen nuestros conventos, nuestras Iglesias, nuestra catedral. No cumpliríamos con nuestra misión de defender la vida si a nosotros no nos interesa el que muere a cada rato, en cada instante, en cada minuto ¿Por qué lo ahorcan? ¿Por qué no lo quieren? ¿Por qué lo persiguen? ¿Por qué lo están desacreditando de manera escandalosa?

En tiempos donde se habla tanto de diafanidad, de claridad, de transparencia ¿qué tenemos que hacer nosotros? Pues llenarnos de esta mentalidad de Cristo,  yo no encuentro otra explicación, no encuentro otro motivo para decirle al pueblo de Dios que se levántate, que camine, que  vaya y anuncie, no cualquier anuncio, no cualquier camino, no levantarse solo para oprimir a los otros, hay que llenarse de la salvación del Señor, para que podamos realmente ser mensajeros, misioneros.

Misionero es el que anuncia, habla en nombre de otro. Nosotros hablamos en nombre del Señor de la Justicia, de la paz, de la verdad. Qué bonito sería que la Iglesia de Santa  Cruz esté reunida todos los días y que cantemos bonito y que a lo mejor nos aplaudiéramos entre nosotros, pero no es esa nuestra misión. ¡Vayan…!

Una de las cosas más lindas que he podido yo sentir en nuestra visita a Tierra Santa, ha sido en el monte de la transfiguración, volver a sentir esa experiencia de los discípulos que se encandilan con lo bonito y le dicen al Señor: “Quedémonos aquí, hagamos unas 3 chozas, nos quedamos acá… Vamos-dice el Señor- es abajo, es allí donde está el pueblo…” Es allí donde está el que sufre, es allí que se comprueba que realmente somos discípulos. Hemos aprendido la lección del Maestro y no somos discípulos que repiten alguna cosa bonita que el Maestro ha dicho.

Por allá van en parte mis respuestas a las preguntas que me han hecho, he tratado de responderlas de manera que todos las entiendan y entre todos le demos a esta celebración de los 50 años no un tinte de decir ¡Uhhh llegó a los 50! ¿Qué habrá hecho? ¿Qué habrá comido? Por supuesto que como vallegrandino les puedo decir que he comido mote y queso todos los días, pero eso no justifica tampoco la respuesta al Señor cuando nos llama.

Como todo sacerdote joven también tuve mis sueños, tuve mis puntos de vista, tuve lo que a veces nos falta, el celo pastoral, trabajar por el otro, eso se va aumentando. Claro, cuando se llega a los 50 ya uno no trabaja tanto, hace trabajar a los demás, y en eso yo le doy gracias a Dios porque me ha hecho un maestro.

Una Iglesia que camina, una Iglesia Sinodal, una Iglesia encarnada, no caída de las nubes, son 21 años que estamos juntos y hemos aprendido caminar entre todos, hemos aprendido las respuesta a los desafíos y hemos aprendido que esta Iglesia nuestra o puede ser construida por el espíritu de la verdad, de la vida de la pascua… o destruida por nosotros. Por eso es que tiene que ser nuestra Iglesia siempre un signo de la pascua, la pascua que es vida, que es justicia, la pascua que es renovación, la pascua que va rompiendo las cadenas del pecado en la sociedad y en nosotros y va dejando que irrumpa esa corriente de esperanza.

Si con todo esto  no he respondido las preguntas que me han hecho, les prometo volver a las 3 de la mañana para repetir la lección, (aplausos) pero ya con otras cosas.

Cuando cada uno de ustedes tenga 50 años de vida, de compromiso sacerdotal, matrimonial, de vida consagrada, podrá también darse esa libertad que a veces se da el Cardenal de hablar pero ya no de hablar las cosas que aprendió en el seminario, sino las cosas que el pueblo de Dios me ha ido enseñando. Por todo eso quiere agradecerles a ustedes porque ha sido el pueblo de Dios que me ha empujado para llegar a ser el Servidor de Todos, de verdad, de corazón, de espíritu pero también manifestándonos en la forma y en la manera que el Señor quiere que actuemos…

Gracias por esta oración…