Análisis

LA GRAN ESPERA DE LA BANDA ANCHA BOLIVIANA

Este pasado martes 6 de marzo, Cotel anunció la implementación del enlace internacional de fibra óptica entre La Paz y Desaguadero. Una noticia que no puede pasar desapercibida por sus futuras implicaciones en nuestra realidad tecnológica: que Bolivia tiene el servicio de Internet más caro y más lento de toda Latinoamérica. Este es el resultado del informe de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) publicado el año 2011. Un sólo ejemplo. En Chile, la velocidad promedio de descarga es de 6.413 Mbps, en Bolivia es de 428 Mbps.

Curiosamente, Internet llegó a nuestro país el año 1989, siendo uno de los países pioneros en tener este servicio; sin embargo, a 23 años de este hito, se comercializa “banda ancha” desde una velocidad de 128 kilobits por segundo (Kbps), en tanto que la Unión Internacional de Telecomunicaciones define la misma con una velocidad de, por lo menos, 1.5 Megabits por segundo (con lo que nadie o casi nadie en Bolivia tendría banda ancha según este criterio).

En esta misma línea, la empresa estatal de telecomunicaciones publicitó sus servicios hace unos meses atrás con el eslogan “velocidad que no conocías”. Irónicamente, bajo la óptica de dicho informe lo que “no conocíamos” fue y sigue siendo… la velocidad.

Una anécdota para ilustrar el panorama: un colega comunicador, especialista en posproducción de audio, recibió el encargo del tratamiento de una pieza para un cliente en Europa. Sólo debía sacar el archivo de fuente de Internet, procesarlo y nuevamente subirlo a la red.

El trabajo fue sencillo, pero a la hora de subir el archivo (de varias gigas de peso) cayó en cuenta de que iba a tardar no sólo horas ni días, sino semanas en subir el trabajo. Finalmente, viajó desde La Paz hasta Iquique para hacer dicha entrega desde un simple cibercafé de barrio en un par de horas.

Esta es nuestra realidad tecnológica. No sólo pensamos en Internet como un espacio lúdico-social que no merece mayor inversión, sino que nos contentamos con regalar computadoras, celulares y/o soñar con un satélite propio; cuando el tema de fondo es la calidad del servicio de conectividad. Piense usted la posibilidad de asistir a una clase por videoconferencia dictada por renombrados profesores en alguna universidad en el extranjero, o en nuestro país. Piense usted la posibilidad de vender sus servicios de consultor a otros países, con el beneficio de la diferencia de hora, si usted habla inglés u otro idioma, cuanto mejor.

Piense usted en la posibilidad de no hacer más filas en los bancos, en las instancias estatales, en tantos trámites que merecen un “sello seco” y un “original”, cuando precisamente la tecnología permite mejorar dichos procesos. Nada de esto sería posible con la calidad de la conexión actual en Bolivia.

Nuestra política estatal de telecomunicaciones merece una revisión urgente. Que sólo el 10 por ciento de los bolivianos tenga acceso a Internet, catalogado como lento y caro, debería ser una llamada de atención en términos de brecha digital. Todavía somos mediterráneos y nuestra verdadera salida al mar será por medio de la tecnología, por la alfabetización digital, por el conocimiento. Ojalá que la nota referida sea un punto de partida para salir del camino empedrado y recorrer la autopista de la información con velocidad y precio acordes a la realidad mundial.