En la actualidad se ve una constante oleada de arremetidas de diversas índoles contra la Iglesia y los religiosos, sea cual sea su denominación, sexo, etc., en especial contra los sacerdotes. Grupos de ideologías radicales han hecho una constante atacar a la Iglesia, y a sus ungidos, y atacarles tanto verbal como físicamente. También es frecuente ver a gente queriendo hacer pecar de diferentes maneras a los(as) religiosos(as) para desprestigiarles; querer hacer que pequen cuando les descubren sus fallas humanas; estafarles; robarles; faltarles el respeto; tratarles de iguales; pretender hacer que beban, incluso que se emborrachen; ignorar su dignidad deliberadamente, etc. Aún peor: pretender hacerles pecar sexualmente. Al respecto diré:
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Si se pretende hacer pecar a un sacerdote, con respecto a la dignidad sacerdotal: San Juan María Vianney decía que es tan grande esta investidura, y el milagro de la consagración que pueden hacer, que si el mismo sacerdote pudiese verlo tal vez se desmayaría de la impresión.
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La Biblia dice/advierte, respecto a meterse con los ungidos del Señor: “Guárdense de tocar a mis ungidos ni mal alguno hagan a mis profetas” (I Crónicas 16,22; Salmos 105,15); “Pero David dijo a Abisay: ‘No lo mates. ¿Quién atentó contra el ungido de Yahveh y quedó impune?’” (I Samuel 26,9); “Le dijo David: ‘¿Cómo no has temido alzar tu mano para matar al ungido de Yahveh?’” (2 Samuel, 1, 15). De aquí resalto: “¿Quién atentó contra el ungido de Yahveh y quedó impune?”.
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Respecto a escandalizar (poner tropiezos en la fe de alguien) mediante hacer caer a uno de ellos en tentación o hacerle daño: “Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar” (Marcos 9, 42; Lucas 17, 2). De hecho, un demonio llegó a decir, a través de un poseso siendo exorcizado: “Seducir a un sacerdote es un pecado grave, muy grave, cuyo castigo no estará muy lejos”.
La ignorancia es atrevida, dice un viejo adagio, pero las advertencias son claras: la ira de Dios se desata contra los que pretenden dañar de alguna manera a quienes Él llamó desde la eternidad a ser administradores de sus misterios.
Que un sacerdote o religioso(a) esté en pecado no es excusa para que se atente contra él, si nos vamos al contexto de I Samuel 26,9, David hablaba de un ungido por Dios que se encontraba en situación de pecado: Saúl estaba ya sentenciado con el hecho de que perdería el poder. Cuando al padre Pío, un laico pretendió hablarle mal del obispo de Manfredonia (el cual, por cierto, estaba en contra de él, y quería denunciarle, poniendo en dudas sus estigmas), este se enfadó y le abofeteó preguntándole quién era él para hablar mal de un obispo de la Iglesia, le echó sus pecados en cara, le ofreció unas bofetadas, le exhortó a aprender humildad y le expulsó de su presencia.
En resumen, estimado lector: Tienes libertad de creer o no en los sacerdotes, no de atentar contra ellos ni hacerles pecar, Dios ve por sus ungidos. El castigo por atentar contra todo ungido del Señor es grande, y si mueres en ese pecado, sin arrepentirte, eterno. Dios con nosotros.
Autor: Javier Gómez Graterol, religioso / periodista
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