Queridos hermanos y hermanas:
Esta pequeña lluvia le va a ahorrar al Cardenal y a los sacerdotes un tiempo de estar echando agua a cada palma. Así que recibamos esta bendición del Señor que ya nos da una pauta para comenzar a celebrar la Semana Santa en nuestra Iglesia.
Quisiera poner aquí presente también, para que nos sintamos comunidad, el aprecio y el Cariño del Santo Padre. Hace ocho días a esta misma hora celebrábamos una eucaristía con él allá en México. Bolivia esta en su pensamiento, está en su oración y esta también en el aliento que quiere darnos a todos nosotros para que en esta semana reavivemos nuestra fe, nos comprometamos nuevamente con el Señor y que repitamos como lo hemos hecho también en silencio, que este hombre, Jesús, es verdaderamente el hijo de Dios.
El Santo Padre ha vuelto a recordar no solo a México sino a toda América Latina y el Caribe, la importancia de no tener miedo. Somos muchos, nos ha dicho el Santo Padre, y no podemos acobardarnos frente a los pocos que pasan su tiempo haciendo el mal, destruyendo la obra que le Señor quiere y desea realizar en cada uno de nosotros.
No tengan mido fue la frase que más captó el pueblo sencillo que se había reunido para demostrar su fe y su cariño a la Iglesia y al sucesor de Pedro en la Iglesia.
Son pocos los que se dedican al mal. Si comparamos la voluntad de la gente sencilla que quieren vivir en paz no tenemos que asustarnos ante quienes prefieren la guerra y el enfrentamiento. Cuando el pueblo sencillo descubre que la manera de reinar de nuestro Dios no es parecida a la manera que tiene de reinar los reyes de esta tierra, nosotros tenemos que seguir alabando al Dios de la vida que tomó nuestra propia vida en su sencillez y humildad para que hacernos realmente comprender que el Dios en el que creemos es un Dios que camina con nosotros, que nos habla constantemente y que desea que nadie quede marginado en las orillas de los camino de la vida.
Con la Iglesia empezamos esta semana santa diciendo a Dios nuestro Padre que le agradecemos porque nos ha mostrado a los hombres el ejemplo de humildad de nuestro salvador. Allí donde se vocifera, donde se insulta, donde no se respeta la conciencia individual y colectiva, donde toda es desconfiar del prójimo, a nosotros nos toca mirar sobre todo esta semana, a este extraordinario hijo de Dios en su humildad, en su sencillez.
Entra a su pueblo Jerusalén, y entra de manera sencilla, sin alborotar, sin congregar taques ni amenazas, ni aviones, ni cosa que destruyan. Entra humildemente, como lo hace su pueblo que camina siempre buscando mejores días para todos.
Este Cristo, este hombre extraordinario muere en la cruz por nosotros. Isaías lo había mostrado de manera extraordinaria. Isaías empieza con algo que también nosotros tenemos que utilizar al comenzar la semana santa: Que el Señor no de oídos de discípulos. Eso es lo que necesitamos frente a tanto griterío, frente a tantos discípulos, frente a tantas prepotencias que de una y otra forma se van presentando ante nuestros ojos; frente a las inicuas pretensiones de hacer justicia sin descubrir primero ni la verdad, ni la razón, nosotros le agradecemos a nuestro Dios y le pedimos que nos de oídos de discípulos para escuchar al Maestro, para convertirnos en seguidores del Señor.
No podemos conformarnos con un poco de alegría expresado hoy en el batir de nuestras palmas. Tenemos que sentir la presencia de un Dios que sube a la cruz pero también resucita para nuestra salvación. El extraordinario mensaje de Jesús para nosotros es ese, no podemos dejarnos distraer por cosas pasajeras, pero tenemos que captar que este hombre al que vemos sufrir, al que es juzgado inicuamente, al que no se le permite si quiera, decir su verdad, a este hombre el Señor lo exalta y lo hace atracción para todos los que buscan auténtica y profunda salvación.
Hay muchas cosas que el Señor nos quiere enseñar. Nos invita a preparar la casa de nuestra vida, de nuestra Iglesia para celebrar la Pascua, nos invita a estar vigilantes día y noche, para no permitir que los seguidores del mal, dominen todas las situaciones de nuestras vidas.
(Comienza a llover) Con la ayuda de estas gotas que están cayendo vamos a decirle al Señor que queremos ser discípulos que oyen y escuchan su palabra en todo momento. AMEN.
Oficina de Prensa del Arzobispado de Santa Cruz