Mons. Robert Flock, nos recuerd en su homía de domingo que Donde hay la ley, hay la trampa y Donde hay amor y caridad, allí se encuentra Dios.
Queridos hermanos,
Hace 25 años, al llegar a Bolivia para iniciar esta aventura misionera, fui primero a Cochabamba para reforzar el Castellano, y durante este tiempo estuvo alojado con una familia para practicar con ellos el idioma. El señor era abogado de profesión y me enseñó un dicho popular: “Donde hay la ley, hay la trampa.” Parece que los abogados son expertos, no solamente en la ley, sino en sus trampas, para siempre encontrar la forma de burlarse de ello. Se trata de la legislación humana, que en democracia creamos, ojalá, de mutuo acuerdo para asegurar las mejores condiciones de vida con los derechos y obligaciones de todos.
Dios también nos ofrece leyes de convivencia humana y de culto divino. Como nuestro Creador, Dios es soberano absoluto. No tiene que consultarnos, o ganar la aprobación de la mayoría para tener el derecho de dictar sus mandamientos. Sin embargo, Dios prefiere demostrar la sabiduría y bondad de sus leyes, antes de apelar a su divina autoridad.
Las lecturas de hoy nos hablan de Su Ley. Nuestra primera lectura viene del Libro del Deuteronomio. Esa palabra queire decir “Segunda Ley”. El libro es presentado como un discurso de Moises en orillas del Río Jordán, cuando están por tomar finalmente posesión de la Tierra Prometida. ¿Cómo será la vida en esa nueva tierra? “El Señor, tu Dios te dará abundante prosperidad en todas tus empresas, en el fruto de sus entrañas, en las crías del ganado y en los productos de la tierra… porque habrás escuchado la voz del Señor tu Dios y observado sus mandamientos y sus leyes, que están escritos en este libro de la Ley, después de haberte convertido al Señor tu Dios con todo tu corazón y con todo tu alma.”
Esta promesa viene después de la liberación de la opresión en Egipto, donde el sistema piramidal de leyes, convertía a los hebreos refugiados allí en esclavos del Faraón, quien disponía de sus vidas sin procuparse por su bien. También viene después de los 40 años en el desierto, donde el Pueblo tenía que aprender por experiencia que “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra salida de la boca de Dios.” Ahora deben estar profundamente convencidos y convertidos, y Moisés termina su discurso, recordándoles que su prosperidad depende de ello, y que “la Palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques.”
No deben buscar trampas para esquivar la Ley de Dios, ni caer en las trampas del Tentador. Significará perder esa prosperidad prometida, junto con la tierra y la amistad con su Dios. Lamentablemente, es exactamente lo que sucedió: en la época de los Reyes, se multiplicaron infidelidades a Dios e injusticias entre el pueblo, hasta que perdieron todo y sufriendo el exilio y la destrucción del país, incluso el templo salamónico en Jerusalén.
Los Profetas, viendo esa situación, prometieron que Dios les daría una nueva Ley, escrito no en tablas de piedra, como los Diez Mandamientos en las Tablas de Moisés por el dedo de Dios, sino dentro del corazón humano, para que jamás olvidar de Dios.
En el Evangelio hoy, un “Doctor de la Ley” pregunta a Jesús sobre los Mandamientos para heredar la Vida Eterna. El ya sabe la respuesta y Jesús las saca de el mismo. Sin embargo, como su objetivo era poner a Jesús a prueba, buscando trampas para él y en la misma Ley, responde con su pregunta preparada: “¿Y quién es mi prójimo?” La parábola del buen Samaritano que inventa Jesús, vence la prueba y rompe la trampa. No se puede poner límites al Amor a Dios y al Prójimo. Hay que amar solidariamente, a todos, sin trampas. Jesús, no solamente lo enseña, lo vive, en todo momento desde su incarnación hasta su muerte en la cruz, su resurección y ahora mismo desde el cielo donde intercede por nosotros ante Dios su Padre.
Queridos hermanos, nos toca preguntarnos, cada uno, sinceramente, bajo que principio vivimos: Buscamos la trampa, hasta en la Ley de Dios, o buscamos “Amar a Dios con todo el Corazón y al Prójimo, como a ti mismo”.
Es evidente que nuestras peleas políticas y la competitividad económica de nuestra sociedad, no deja espacio para el amor y la solidaridad. Se hace alianzas para sobrevivir y sobresalir, que luego se rompe para escalar la pirámide que oprime a los demás. La criminalidad y la violencia de nuestro medio, es simplemente la misma dinámica, en los que han descartado a la ley por completo, desde la cínica actitud que “todos son así”, o “es lo que necesito hacer para vivir.” Sin Dios y sin Ley, degeneran a la calidad de bestias sin alma atacando y matando a los vulnerables, sean de taxistas o cambistas, o los niños abortados sistemáticamente, porque estoban nuestros planes y placeres.
Nosotros somos hemos sido creados por Dios para una vida mejor. Para tener “abundante prosperidad en todas nuestras empresas”, o en palabras de Jesús, para tener “la vida en abundancia”, que no consiste en escalar la pirámide del faraón solemente para quedar sepultado debajo de nuestra propia maldad. Somos llamados a vivir en Cristo y participar de su Plenitud. “Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que Él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en Él residiera toda la Plenitud.”
Para eso Jesús nos da un mandamiento nuevo. La novedad no está en el contenido. Sigue siendo un mandamento de amor: “Amarás los unos a los otros, como yo los he amado”. Y lo escribe no en tablas de piedra, sino en nuestro corazón y alma, con el don de Espíritu Santo, que es el Amor.
Hermanos, “Donde hay la Ley, hay la trampa.”, pero “Donde hay amor y caridad, allí se encuentra Dios” y con Dios la vida.
Mons. Robert Flock