Análisis

ESAS CARITAS RAJADAS

Los juegos infantiles en las minas se consideraban actividades imprescindibles para ocupar el tiempo libre de los niños después de la actividad escolar y mucho más en vacaciones invernales y finales. Las calles de campamento albergaban niños de todas las edades que compartían juegos como espacios de socialización y entretenimiento.

El escritor Waldo Barahona Ruíz, oriundo de Santa Ana, un distrito minero en la Empresa Minera Quechisla en la provincia Sud Chichas, Potosí, tuvo el acierto de escribir el libro “Caritas rajadas”, título nada más acertado para reflejar la conducta y las actitudes de los niños que pasaban la mayor parte del tiempo en las calles, sorteando el frío y el viento para sacar a relucir sus habilidades y destrezas en los juegos tan bien reflejados por Waldo, fruto de la vivencia y la experiencia que tuvo en su infancia en las minas.

El autor se consolida como escritor que refleja la vivencia de los centros mineros, primero a través de “Las minas del Tío” cuentos quechisleños, luego “Ukhumanta” (desde lo más profundo) y no podemos dejar mencionar su libro sobre Butch Cassidy y Sudance Kid, dos bandoleros norteamericanos que perdieron la vida en San Vicente, un centro minero ubicado entre Atocha y Tupiza, donde fueron abatidos por los mineros.

Su libro “Caritas rajadas”, a decir de doña Mary de Camacho, de la Editorial Kipus, fue un “best seller” en la Feria del Libro en la ciudad de La Paz. En él se refleja la madurez que alcanza Waldo con una obra bibliográfica que retrata los juegos infantiles en los campamentos mineros, recuperando las vivencias, tradiciones y cultura de los hijos de los mineros.

Quién de nosotros, que nacimos en un distrito minero en la década de los 50, no ha jugado a los trompos, hacer las “guaguadas” y romper el trompo con saña y pericia, tan bien reflejado por Waldo en su libro. Quién no ha fabricado su volador en el mes de agosto, aprovechando el viento. Quién no ha usado esos carritos de lata de sardina o las latas de leche que servían de ruedas.

Cómo olvidar los cochecitos sin motor, las cachinas, los phisitus que contribuyeron en la psicomotricidad que nos iba entrenando desde pequeños para ser más certeros en la adquisición de habilidades y destrezas para el dibujo y los trabajos prácticos de la escuela.

No podemos negar que los juegos infantiles, como las guerritas, el mono mayor, la pelota manchada, las payanitas, etc. han sido parte de nuestras vidas y que nos han formado en la sana competencia, en el esfuerzo de hacer bien las cosas. Aprendimos la tolerancia, la paciencia y el respeto por las otras personas.

“Caritas rajadas”, escrito con un lenguaje sencillo y adecuado al de los niños habitantes de las minas, es un aporte a la bibliografía nacional que recoge el testimonio de personajes con nombres y lugares que habrían pasado desapercibidos en la historia.

Waldo se da a la tarea de retratar en su libro las vivencias de los niños de las minas en una lectura ágil, anecdótica, a veces humorística y con reacciones primarias de éstos que sirvieron para la formación del carácter.

Esas caritas rajadas están presentes en un libro de 163 páginas, publicado por Editorial Kipus, para visibilizar a los niños y los juegos de antaño, que ahora son sólo parte de la historia y de los cuentos reflejados en el arte de escribir de Waldo Barahona Ruíz.