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El amor es el lenguaje que todo el mundo entiende: Mons. Braulio Saez

En familia, lo primero debe ser siempre compartir la Palabra de Dios.

 

Nos interpela ver la Iglesia demasiado encerrada en si misma.

 

Los poderosos de este mundo se creen salvadores y constructores de una nueva humanidad.

 

En vez de la concordia y el progreso de todos, buscamos la división y enfrentamiento.

 

El camino hacia una humanidad nueva no pasa por la lógica del poder sino por el amor que cautiva, perdona y trae la paz.

 

Si amamos como Jesús, los que sufren no se sentirán solos, los pobres tendrán pan, los presos tendrán justicia y habrá libertad auténtica en las calles.

 

Les invito a unirse conmigo en esta acción de gracias por el regalo de mi vocación a la vida religiosa.
 
Homilía de Mons. Braulio Sáez
Obispo Auxiliar Emérito de Santa Cruz, Bolivia
DIA INTERNACIONAL DE LA FAMILIA
ACCION DE GRACIAS POR 35 AÑOS DE SERVICIO EPISCOPAL
15 de mayo de 2022
 
Lo primero debe ser siempre compartir la Palabra de Dios

Mis queridos hermanos/as presentes acá en nuestra Iglesia Catedral y los que siguen nuestra celebración por los M.C.S. Lo primero debe ser siempre compartir la Palabra de Dios que, en este tiempo de Pascua, nos lleva a lo largo de todos estos domingos de sorpresa en sorpresa y de gracia en gracia por el mensaje que nos regalan las lecturas.

Nos interpela ver la Iglesia demasiado encerrada en si misma

Los Hechos de los Apóstoles nos presentan las figuras de Pablo y Bernabé que en su afán misionero van por las comunidades “confortando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe” y en cada comunidad, establecen presbíteros, predican el Evangelio y organizan la Iglesia. Ejemplo que nos interpela a la Iglesia de hoy que a veces la vemos demasiado encerrada en sí misma y poco preocupada por la realidad que vive el hombre en medio del mundo.

El Señor Resucitado sostiene a sus fieles frente a las desgracias y catástrofes de la vida

En el libro del Apocalipsis San Juan nos dice “Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva”. Nos habla de algo que está por suceder, de algo que excede todas las expectativas del hombre. No se trata de una esperanza humana, sino de la feliz esperanza del Señor resucitado que sostiene a sus fieles frente a las desgracias y catástrofes de la vida, y que hace vislumbrar, ya ahora, la salvación plena de la segunda venida de Cristo.

Los poderosos de este mundo se creen salvadores y constructores de una nueva humanidad

Siempre la novedad suscita en todos nosotros esperanza: “El nuevo cielo y la tierra nueva” de Dios, se refiere al mundo definitivo, del que un día esperamos gozar, pues brota de la perenne novedad de Dios que es vida. Es un reto ya para todos, construir el Reino anunciado por Jesús. Para muchos es un slogan vacío de contenido, pues ellos solos, los poderosos de este mundo se creen salvadores y constructores de una nueva humanidad. Los resultados los vemos todos los días, cada vez el ser humano se siente más vacío y desamparado, cada vez más solo y al borde del suicidio.

Dios hace nuevas todas las cosas ya creadas llevándolas a la perfección total y para siempre

El mismo Dios, el Dios de Jesucristo lo dice, Él es el único que tiene la potestad de hacerlo: “Yo hago nuevas todas las cosas”. No es que Dios haga “cosas nuevas“, sino que “hace nuevas todas las cosas” ya creadas, llevándolas a la perfección total y para siempre.

En vez de la concordia y el progreso de todos, buscamos la división y enfrentamiento.

Palabras que nos llenan de consuelo a los creyentes, frente a tantos signos de muerte que vemos por todas partes: muertes en Ucrania, injusticias y atropellos a los más desposeídos, sectores que se revelan porque son pisoteados sus derechos, e incapacidad para llegar a acuerdos que deben beneficiar los derechos y bienestar de los ciudadanos. En vez de buscar la concordia y el progreso de todos, buscamos la división y el enfrentamiento, rompiendo así el proyecto de Dios. Pero sabemos y estamos plenamente convencidos que desde la fe y la confianza, el cristiano tiene la certeza de que Dios “secará todas las lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó”. La verdad y la justicia triunfarán sobre el mal.

El Padre hace vislumbrar la hora de la glorificación de la luz, del triunfo de la vida sobre la muerte, del bien sobre el mal y del amor sobre el Odio

El Evangelio nos presenta a Jesús viviendo los últimos momentos de su vida terrena, despidiéndose de sus discípulos: “ya no estaré mucho tiempo con ustedes” les dice, y sabe que su ausencia va a significar una ruptura fuerte en ellos. Es el momento de la separación y de la despedida, y todo lo que Jesús dice y hace tiene sabor de testamento, de sus últimas voluntades. Esa hora, misteriosamente, no es tan solo de tinieblas y tristezas, sino también de la presencia del Padre que hace vislumbrar la hora de la glorificación y de la luz, del triunfo de la vida sobre la muerte, del bien sobre el mal y del amor sobre el odio.

Tenemos que amarnos con el amor de comunión y comunicación del amor de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En el clima de intimidad de la última cena, Jesús deja, como testamento a sus discípulos, el mandamiento del amor, la luz para entender el verdadero sentido de la ley divina: “Les doy un mandamiento nuevo, ámense los unos a los otros, así como yo los he amado”. Primero nos dice Jesús lo qué tenemos que hacer, cuál es su mensaje, la urgencia primera: “ámense los unos a los otros”, un amor que sea capaz de romper todas las barreras que el mundo nos pone. En segundo lugar nos propone el cómo, la novedad del nuevo amor: “Cómo yo los he amado”. Esto significa que tenemos que amarnos los unos a los otros, no solo a la manera humana, sino con su mismo amor, el amor de comunión y comunicación del amor de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La novedad y la exclusividad del amor cristiano, tiene su fuente en el Padre, Dios es la fuente del amor.

Jesús no se acerca a las personas buscando su propio interés, por el contrario busca hacer el bien

El estilo de amar de Jesús es inconfundible. No se acerca a las personas buscando su propio interés, por el contrario, busca hacer el bien, ofrece amistad y ayuda a quienes los necesitan, invita a levantarse, a caminar, multiplica el pan, consuela, perdona y sana. Por eso la gente entusiasmada decía de él: “todo lo hizo bien”. Solo su amor, hecho servicio y lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir al ser humano, es digno de fe.

El comportamiento de Jesús será siempre acercarse a quienes lo necesitan y alegrarse con los que están tristes.

Lo habitual en nosotros es amar a quien nos ama, retribuir favores a quienes nos dieron su tiempo, dinero, cercanía, amistad, o un amor cargado de egoísmo y condicionamientos humanos. Jesús por el contrario nos dice: “Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica déjale también el manto…amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores…si saludan sólo a sus hermanos qué merito tienen”… (Mt 5, 40-46) El comportamiento de Jesús será siempre acercarse a quienes lo necesitan y alegrarse con los que están tristes. Jesús nos ha amado primero y nos ha amado a pesar de nuestras fragilidades, nuestras incoherencias y de nuestros límites.

El camino hacia una humanidad nueva no pasa por la lógica del poder sino por el amor que cautiva, perdona y trae la paz

El mandamiento del amor nos indica que el camino hacia una humanidad nueva, reconciliada, solidaria y fraterna no pasa por la lógica del poder, de la violencia, de la venganza y el odio, sino por el poder del amor que cautiva y perdona, que reconcilia y forja unidad, y que trae la paz, que sana las heridas del corazón.

“Ámense los unos a los otros como yo los he amado”, este debe ser siempre el sello de nuestra identidad

Ámense los unos a los otros como yo los he amado” es el don que el Señor nos confía y pone en nuestras manos, la bandera que nos identifica como cristianos: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos”. No hay otro signo para que el mundo descubra la gozosa y esperanzadora novedad del Resucitado y del Evangelio y para que nos reconozcan a cada uno de nosotros como sus discípulos. Este debe ser siempre el sello de nuestra identidad.

Si amamos como Jesús, los que sufren no se sentirán solos, los pobres tendrán pan, los presos tendrán justicia y habrá libertad auténtica en las calles

Si hoy nos decidimos a amar como Jesús, brillará la luz en la oscuridad y habrá alegría en este mundo invadido por la guerra y los egoísmos partidarios; de tal manera que, los que sufren ya no se sentirán solos, los pobres tendrán pan en sus mesas y los presos tendrán una justicia verdadera, y habrá libertad auténtica en las calles.

El amor es el lenguaje que todo el mundo entiende

No tendremos nada que temer, por eso queridos hermanos/as no hay tiempo que perder: el amor nos espera. El amor es el lenguaje que todo el mundo entiende. El amor es la señal, nuestra señal. Como decía San Juan de la Cruz: “A la tarde de la vida te examinarán en el amor”.

     ¡Señor Jesús, hemos conocido tu amor y hemos creído en Ti!

Les invito a unirse conmigo en esta acción de gracias por el regalo de mi vocación a la vida religiosa

Esta mañana les invito a unirse conmigo en esta acción de gracias al Señor, por el regalo de mi vocación a la vida religiosa y el sacerdocio; pero de manera particular por los 35 años de mi servicio pastoral como Obispo de la Iglesia de Bolivia, primero en la Diócesis de Oruro y diecisiete años en esta querida Iglesia de Santa Cruz de la Sierra.

He vivido este ministerio agradecido al Señor Jesús que me eligió con mucho gozo y alegría

He vivido este ministerio agradecido al Señor Jesús que me eligió, con mucho gozo y alegría, siempre confiado en la palabra del Señor: ven y sígueme. También con verdadera pasión, como reto para vivir las urgencias del Reino. Y siempre, estando al servicio de los demás, en especial los sectores más abandonados.

Muchas gracias a cada uno de ustedes.