Análisis

CUARESMA: OPTAR POR LA VIDA Y POR EL AMOR

En el tiempo de cuaresma estamos invitados a cultivar y a prepararnos a vivir con fervor lo más importante de nuestras vidas: el amor.

El amor no hace daño a nadie y el amor cumple toda la Ley, nos dice san Pablo (cf Rom 13, 10). El amor a Dios y el amor al prójimo van juntos. Amémonos los unos a los otros como el mismo Señor Jesús nos ha amado (cf Jn 13, 34), es decir, hasta entregar la propia vida.

Amar de verdad significa también trabajar y luchar para que todas las personas alcancen una vida más plena y más digna, una vida según la voluntad de Dios. Si alguien se hace el propósito de trabajar por una vida más plena y más digna para sí mismo, para el otro, para cada grupo o comunidad y para todas las personas en una sociedad, hay que saber colocar cimientos muy sólidos. En lo que sigue he tomado dos ideas expresadas en el discurso del
beato Juan Pablo II a los jóvenes reunidos en Jasna Gora (Czestochowa, Polonia, 19 de junio 1983).

La primera idea nos recuerda la necesidad de hacer un esfuerzo personal para ser alguien que tenga una consciencia. Yo no debería oprimir mi propia conciencia ni tampoco dejar que se malogre. Hablaré abiertamente sobre lo que es bueno y lo que es malo, y no confundiré ambas cosas.

Cultivaré en mí mismo lo bueno, e intentaré corregirme venciendo lo malo en mí. Esta cuestión de una consciencia bien formada es muy fundamental, especialmente en un mundo donde crezca una cierta tolerancia frente al mal. Hay que saber entonces, junto con muchos hermanos y hermanas, construir una barricada contra algunos vicios presentes en la sociedad. La vida en sociedad depende de la calidad moral de cada uno de sus miembros.

La segunda idea se refiere a la exigencia de seguir viendo al otro, de respetar al otro en sus anhelos, necesidades y criterios. Es decir, no voy a encerrarme en mi mismo, pensando solamente en mis propios intereses y necesidades, o en los intereses y necesidades de mi grupo o entorno. Evitaré realizar mis sueños y objetivos cerrando los ojos frente a la otra persona. En una palabra, se trata del principio de la solidaridad. Amar significa entonces solidarizarse con el otro en sus necesidades y anhelos, y salir de mi egoísmo.

Aplicar estas ideas a nuestra realidad es tarea de todos y todas. Quisiera dar ahora solamente alguna pista y ejemplo. En cuanto a la primera idea, constatamos que ciertos valores supuestamente inquebrantables, no aparezcan tan inquebrantables, ni en la sociedad boliviana ni en muchas partes de
nuestro mundo actual. En primer lugar y sobre todo nos referimos a la vida misma, a este gran valor de la vida, la vida en todos sus aspectos y en todas sus etapas. También pensamos en la vida de la madre naturaleza. Vemos que la vida muchas veces está amenazada.

Y cuando hablamos de solidaridad, hagámonos por ejemplo la pregunta en qué nos hemos quedado como ciudadanos y ciudadanas frente al compromiso de pagar los impuestos al estado. Según la doctrina social de la iglesia, con el pago de impuestos ponemos en práctica el deber de solidaridad.

Nuestras actividades y nuestro trabajo deberían de una u otra manera aportar para la vida. Cuando se habla de encontrar un empleo digno, es cierto, mucho depende del estado, de la coyuntura económica-social, pero mucho depende también de cada uno de nosotros. Buscaremos ganarnos la vida
con actividades o trabajo que sean dignos para nosotros mismos y que sirvan para ofrecérselos a los demás. Evitemos en lo máximo involucrarnos en actividades que destruyen la sociedad.

El futuro, nuestro futuro, el futuro de nuestro país está en las manos de Dios y también en nuestras propias manos. Que este tiempo de cuaresma nos ayude a todos los cristianos y cristianas a optar con más convicción por la vida y el amor.