Comunicado por el Año de la Fe
El año de la Fe, convocado por el Santo Padre, es para todos nosotros, pastores y fieles de la Iglesia que peregrina en Ecuador, una gran oportunidad de renovación de la fe y de la vida.
Los Obispos del Ecuador queremos compartir con los cristianos de nuestras iglesias y con las personas de buena voluntad la alegría de ser creyentes, dispuestos a asumir los compromisos que derivan de la fe.
La fe es, sobre todo, un encuentro personal con Jesucristo, el Hijo del Dios vivo, hecho hombre y acampado en nuestra historia. Por medio de Él, Dios Padre, que nos ama, nos revela su proyecto de paz, de justicia y de verdad. Dios nos dio la dignidad de personas humanas y, por nuestra inserción en Cristo, somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Como tales, nos comprometemos en la construcción de una Iglesia de comunión y de servicio humilde, que ilumine y aliente la conciencia y la vida de todo hombre y mujer de buena voluntad.
Como punto de partida, tenemos un rico mundo religioso, una piedad popular que es parte de nuestro patrimonio humano y espiritual. Y, como instrumento privilegiado del encuentro con Cristo en la fe, tenemos la Palabra de Dios.
El mejor servicio que la Iglesia puede dar a la sociedad es reconocer a Jesús como Hijo de Dios hecho hombre y, de su mano, construir el mundo nuevo, en el que habite la justicia, necesaria para la paz, anunciando también la vocación eterna de todo ser humano.
Nuestro primer compromiso es vivir como discípulos misioneros de Jesucristo.
Partícipes de las angustias y esperanzas de nuestro pueblo, queremos renovar el compromiso de seguir de cerca a Jesús y de trabajar a favor de la dignidad humana.
Sentimos la necesidad de tomar una mayor conciencia de nuestra fe, de seguir a Cristo en la vida personal y social, sin separar la fe de la vida.
Renovamos el compromiso de cultivar los valores que Cristo, el único hombre perfecto, nos transmite en el Evangelio, especialmente el respeto al otro, el amor, la verdad, la libertad y responsabilidad, la compasión, la justicia, la solidaridad, base de la paz. Valores que no son propiedad exclusiva de personas o de grupos, sino que pertenecen a todo ser humano.
Sentimos, también, la necesidad de ejercer nuestra responsabilidad social a favor de un mundo justo, equitativo e incluyente, afirmando el valor de la vida y su dignidad desde su concepción hasta su muerte natural.
Queremos estar cerca de los que sufren y presentes, como ciudadanos y como cristianos, en los diferentes escenarios que hoy necesitan una especial atención y solidaridad, como los pobres, los jóvenes, los privados de libertad, el mundo de la educación, de la salud, de los medios de comunicación social, entre otros.
Por todo ello, no podemos vivir ajenos al mundo de las responsabilidades sociales y políticas, sino que, fieles a la Doctrina Social de la Iglesia, nos sentimos urgidos a trabajar a favor de una sociedad libre, democrática, consciente y responsable de sus derechos y obligaciones. Una sociedad iluminada por el Evangelio y comprometida desde las exigencias de la persona y del bien común.
La dimensión profética de nuestro ministerio episcopal nos lleva a proclamar, lejos de cualquier partidismo, el valor de la dignidad y de la libertad humana, libertad religiosa, libertad de comunicación, libertad de educación, un derecho de los padres. Igualmente, nos impulsa a propiciar la convivencia pacífica e incluyente de las personas, de todos los hijos de Dios, a partir de la familia, fundamento de la sociedad.
No ignoramos que esta tarea tiene sus dificultades y límites. Pero tenemos también la certeza, en cuanto creyentes, que el Señor Jesús camina con nosotros.
Alegres y agradecidos por el don de la fe, confiamos nuestras inquietudes y la realidad de nuestro pueblo al maternal amor de la Santísima Virgen María, modelo de fe y de esperanza.
Los Obispos del Ecuador en su CXXXII Asamblea Plenaria